La publicación de los resultados de la Encuesta Nacional de Empleo, del trimestre móvil junio-agosto del 2020, da cuenta que en 12 meses hemos aumentado en 5,3 puntos porcentuales la tasa de desocupación, llegando al 12,9 por ciento, explicado por la reducción de la fuerza de trabajo y del número de ocupados. Si consideramos la fuerza de trabajo potencial, que corresponde a aquellas personas que salieron de la fuerza de trabajo y no están buscando fuente laboral, pero están disponibles para trabajar, la tasa de desocupación combinada de desocupación y fuerza de trabajo potencial alcanza a 29 por ciento, afectando principalmente a las mujeres. La explicación a estos resultados, según las respuestas de los entrevistados en la encuesta, es que es producto de la pandemia COVID-19.

Sin embargo, es posible visualizar una lenta e incipiente recuperación del empleo, de acuerdo con el último reporte del Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales de la Universidad Católica, que indica para septiembre la creación de 124 mil nuevos puestos de trabajo, con respecto a agosto, lo que sin duda es respuesta inmediata al desconfinamiento de la población, como medidas sanitarias de gradualidad hacia la normalización del funcionamiento del País.

Un sector que responde rápidamente a las actuales condiciones de funcionamiento social, económico y productivo, es el empleo por cuenta propia o independiente, en que la capacidad de emprender, innovar y responder al contexto es más efectiva, por tamaño y capacidad de adaptación. Sin dejar de considerar que un número importante de personas que han perdido el empleo han visto en esto la oportunidad para generar empleo.

No es desconocido el impacto que esta crisis ha implicado para toda la estructura de pequeñas y medianas empresas, quienes han debido reinventarse en los bienes y servicios ofertados, los canales de comercialización ocupados y la oferta de valor que proponen, para diferenciarse y captar esa demanda que no tan sólo busca satisfacer una necesidad, sino que valores como oportunidad, calidad, seguridad sanitaria y precio competitivo. Y así, podemos encontrar un importante número de ejemplos que no tan solo han continuado operando en confinamiento, sino que han variado la oferta, incrementado clientes y sus ingresos. Entonces, la innovación ha sido el factor competitivo que les ha permitido permanecer y crecer, haciendo uso de las oportunidades que se han presentado.

Cuando invitamos innovar, lo primero que debemos tener presente es que no es privativo para grandes organizaciones y desarrollos científicos y tecnológicos sofisticados, sino que lo importante es que sea algo nuevo que aporta valor al negocio que debe ser percibido por cliente, es decir, tiene una expresión económica, en una de las áreas, ya sea de producción, comercialización, marketing y/o la misma organización, áreas de permanente desarrollo de cualquier empresa, por pequeña que sea. Todo acompañado del conocimiento que va acumulando el empresario que le permite visualizar oportunidades que se presentan en el mercado, desarrollar rediseños que le permitan expandirse, ser un transformador del mercado o definitivamente abrir nuevos mercados, siempre con una mirada a lo local, que será tema de nuestra próxima conversación.

Hay espacio para la recuperación económica, en que debe confluir el esfuerzo permanente de nuestra MiPyMe y la comunidad toda que asume responsablemente las medidas sanitarias.

 

 

 

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