En estas últimas semanas nos hemos asombrado, regocijado, contentado, burlado, molestado o preocupado, y de seguro me faltan sentimientos, con las demandas surgidas por las mujeres del mundo universitario, expresadas en lo que a veces ha sido tratado de manera peyorativa como “Feminismo”.
Y la pregunta es, ¿corresponde a un nuevo movimiento social?, a lo que respondo que definitivamente no. La lucha de las mujeres por alcanzar derechos sociales se remonta al siglo XVIII, periodo en que sólo estaban reconocidas en su función doméstica. A partir de entonces, el feminismo ha recogido la multiplicidad de demandas por un trato no discriminatorio, inicialmente asociado al derecho de sufragio, para luego avanzar en derechos civiles como el acceso a la educación y ejercicio de la profesión, y acceso al trabajo remunerado, y más recientemente el trato igualitario en el trabajo como en el matrimonio. En definitiva, lo que enfrentamos hoy son nuevas demandas, sustentadas en una lucha histórica por alcanzar reivindicaciones para el 50% de la población.
Cómo no atender las demandas por acoso y, en situaciones más graves, de abusos no tan sólo sexuales, sino también ligados al ejercicio del poder que se expresa en actos tan detestables. Lamentablemente, en casi la totalidad de los casos conocidos han sido hombres los que han ejercido abusos de poder. Esto explica que las movilizaciones han derivado en la lucha de feminismo versus machismo, que es el concepto que se ha usado históricamente para representar la supremacía de los hombres. En contrapartida, las mujeres hemos evolucionado, y para que esto se transforme en la reforma social y cultural que Chile necesita, es necesario que los hombres también lo hagan.
Acciones como el acoso callejero, mal llamado “piropo” y tan normalizado por nuestra sociedad, es realizado principalmente por varones, hoy es castigado no tan sólo con la sanción social, sino con el pago de multas pecuniarias, que nos sorprenden y generan disyuntiva de cuándo corresponde aplicar esta sanción monetaria u opiniones que menoscaban a aquellas mujeres que consideramos que es lo que corresponde, para obligar los cambios conductuales necesarios para el trato respetuoso que nos debemos en una sociedad sana.
Hoy hay quienes han reducido el movimiento a un revanchismo de las mujeres contra los hombres, mala interpretación de lo que son las demandas de mayores derechos sociales, en que sin duda estamos flexibilizando espacios tradicionalmente masculinos, y en este trato socialmente igualitario que se busca no podría ser distinto. Si bien esto puede ser visto sólo como ganancia para las mujeres, podemos ver como esta lucha también ha abierto a los hombres espacios a los cuales tradicionalmente no tenían acceso.