Por Alejandra Álvarez M.
Gerente General PROLOA
Nos encontramos en una etapa del año donde inevitablemente surgen preguntas. ¿Qué nos depara el año que viene? ¿qué debemos aprender del año que se va? ¿es necesario que llegue un nuevo año para que reflexionemos? Sería agradable tener la certeza de que somos capaces de generar cambios de manera constante, tanto en nuestro entorno más cercano como en la ciudad donde habitamos. Transformarnos en agentes de cambio sin duda es el llamado para todos nosotros.
Creo que el primer paso para acostumbrarnos a ser agentes de cambio es empezar por pequeñas acciones cotidianas que beneficien a otros, en situaciones tan cotidianas como la convivencia en la ciudad, reconociendo que vivimos en una sociedad que necesita de todos.
Si bien existen muchos ámbitos que escapan de nuestro control, como por ejemplo los desastres naturales que nos caracterizan, también hay espacios en que podemos marcar la diferencia sólo con nuestro actuar ante la pobreza, la vulnerabilidad, el medioambiente y la calidad de vida, entre muchos otros temas que necesitan de nuestra atención y participación activa. Esto requiere el esfuerzo de ponernos en el lugar del otro, renunciar muchas veces a nuestro estado de confort e individualidad y reconocer en los otros su aporte al bien común.
Es tarea de todos construir una mejor sociedad para nuestros hijos, nietos y generaciones futuras, somos responsables hoy de entregar un mundo mejor, aprendiendo de nuestros errores y enmendando los efectos negativos, en un proceso de mejora continua.
El modelo actual de sustentabilidad combina los ámbitos ambiental, social y económico tradicionales, con las dimensiones políticas, culturales e intelectuales, que apunta a preservar la disponibilidad actual de recursos para las generaciones futuras, abriendo los espacios a nuevas formas de organización en que todos colaboramos para alcanzar mayores niveles de bienestar actual sin comprometer la calidad de vida de las generaciones futuras.
Las cosas no cambian; cambiamos nosotros. (Henry David Thoreau)